Es Lucas en su evangelio quien
nos dice el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su
nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo
"Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.
Si el Señor escogió
entre todas las criaturas la más perfecta, para ser Madre del Hijo divino; si
como privilegio de esta maternidad la hizo inmaculada y arca de todas las
virtudes, nos parece muy lógico que también eligiera para Ella el nombre más
hermoso, el de más alta y acendrada significación, el más dulce entre todos los
del humano lenguaje.
España, siempre
dispuesta a romper lanzas por la gloria de María, fue la primera en solicitar y
obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre.
Y esto acaeció el año 1513.
Cuenca fue la diócesis que
primeramente solemnizó dicha fiesta, siguiendo su ejemplo, en seguida, las
demás, porque el amor de Nuestra Señora es efusivo y prende con facilidad en
terrenos de sincera devoción.
Pero fue el papa Inocencio
XI quien decretó, el 25 de noviembre del año 1683, que toda la Iglesia
celebrara solemnemente el 12 de septiembre la fiesta de este nombre excelso, pues invocándolo se
había alcanzado la completa victoria sobre los turcos en la Batalla de Viena.
Que el sabroso Nombre de
Nuestra Madre, unido al de Jesús, selle nuestros labios en el instante supremo
y ambos sean la contraseña que nos abra, de par en par, las puertas de la
gloria...
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