sábado, 11 de febrero de 2012

Naturaleza y significado de la coronación.


         La Santa Madre Iglesia no ha dudado en afirmar repetidamente la legitimidad del culto tributado a las imágenes de Cristo, de su Madre y de los Santos, y con frecuencia ha adoctrinado a los fieles sobre el significado de este culto.
               
          La veneración a las imágenes de Santa María Virgen frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una corona real. Y cuando en la imagen la Santa Madre de Dios lleva en los brazos a su divino Hijo se coronan ambas imágenes.

                La costumbre de representar a Santa María Virgen ceñida con corona regia data ya de los tiempos del Concilio de Efeso (año 431), lo mismo en oriente que en occidente.

                La costumbre de coronar las imágenes de Santa María Virgen fue propagada en occidente por los fieles, religiosos o laicos, sobre todo desde finales del siglo XVI. Los romanos Pontífices no sólo secundaron esta forma de piedad popular, sino que, además, “muchas veces,  personalmente, con sus propias manos, o por medio de Obispos por ellos delegados, coronaron imágenes de la Virgen Madre de Dios ya insignes por la veneración pública”. (Pío XII).

SS. Juan Pablo II coronando a Ntra. Sra. de la Caridad del Cobre.

                Al generalizarse esta costumbre se fue organizando el rito para la coronación de las imágenes de Santa María, rito que fue incorporado a la liturgia romana en el siglo XIX.

                Con este rito reafirma la Iglesia que Santa María con razón es tenida e invocada como Reina, ya que es:

a)      Madre del Hijo de Dios y Rey mesiánico.

b)      Es colaboradora augusta del Redentor.

c)       Es miembro supereminente de la Iglesia. María es la parte mayor, la parte mejor, la parte principal y más selecta de la Iglesia. Ennoblece a todo el género humano.

d)      Es perfecta discípula de Cristo. Se hizo digna, de modo eminente, de “la corona merecida”, “la corona de la vida”, “la corona de la gloria” prometida a los fieles discípulos de Cristo; por ello, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal. (Pablo VI). 


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